Comentario diario

SER Y PODER SER.

Este año, como en tantos, hemos tenido las peleas tontas que se dan en una parroquia. Este año ha sido la pelea del Aleluya. Se me ocurrió dar una clase a los lectores habituales de la parroquia y les dije que el Aleluya antes del Evangelio se puede cantar, leer u omitir (no en Pascua). Ante tantas opciones cada uno tomó su opción fundamental (¡qué tiempos en que estudiábamos esas pequeñas herejías!), y decidió que siempre había que cantarlo, que nunca había que cantarlo o que siempre había que omitirlo. Según quién saliese a leer hacía reivindicación de su postura?, pocas veces mi autoestima se hacer entenderme ha caído tan bajo.

?Vosotros sois la sal de la tierra? ?Vosotros sois la luz del mundo?

No nos dice el Señor: ?Sois capaces de llegar a ser sal y luz de la tierra,? nos dice que lo somos. Es verdad que lo somos como el brillo de la luna, que refleja la luz del sol, pues al ser bautizados hemos sido incorporados a Cristo, y es su sal la que sala y su luz la que luce. Y para no ser sal y luz tenemos que empeñarnos en no ser nosotros mismos. En el bautismo no sólo se inscribe nuestro nombre en un libro que puede que nadie consulte nunca más, hemos sido transformados en todo nuestro ser para ser hijos de Dios en Cristo, templos del Espíritu Santo, y quien nos vea es lo que tendría que ver. Podemos disfrazarnos como esas ciudades ecosostenibles que no se ven las casas pues la tapa la vegetación, podemos meternos debajo del celemín cubriendo nuestras buenas obras con las obras del maligno?, pero eso sólo es disfrazarnos. Si ahora, que tanto se reivindica la identidad, los bautizados dijéramos: ?¡Déjenme en paz! Mi identidad es Cristo, para mí la vida es Cristo, y mis buenas obras son las obras de Dios mi Padre. Respeten mi fe, respeten mis buenas obras, respeten que mi vida refleje el amor de Dios a los hombres?. Pues seguro que no nos dejarían, pero por lo menos tendríamos clara nuestra identidad, nuestro ser: Es Dios quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones.

No tenemos que hacer un cursillo para ser luz, tenemos simplemente que ser quienes somos, sabiendo que somos hijos de Dios, y lo normal de la sal es que sale.

Ayer celebrábamos María Madre de la Iglesia. La Madre tiene el orgullo de que la conozcamos por el título de su Hijo?, y también es nuestra Madre ¿Vamos a olvidarlo? No podemos ser hijos, ya somos hijos.

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